La Inteligencia Emocional cumple 30 primaveras.

La Inteligencia Emocional cumple 30 primaveras.

Estamos en primavera muy cerca del verano, y estaba deseando escribir sobre un concepto complejo pero apasionante ligado al mundo de la psicología clínica, social y laboral, que sigue vivo y muy vigente, la Inteligencia Emocional (C.E), para reconocer su valor, más allá de la inteligencia cognitiva (C.I) en todos los ámbitos de nuestra vida, personal, familiar, social y laboral.

Lo cierto es que podría haberse quedado en una «moda» y ya está, pero no, su descubrimiento, su estudio, las diferentes teorías y modelos que se han ido proponiendo y modificando por distintos expertos a lo largo de estos 30 años desde su nacimiento, no han sido en vano.

Fue a partir de la década de los 80 del siglo XX, cuando aparecen nuevas tendencias de investigación, que señalan, si bien el desarrollo de las habilidades cognitivas son importantes, no lo son menos las habilidades o competencias emocionales.

 

El objetivo de esta publicación, no es profundizar en todas las teorías y modelos, ni citar a todos los autores, así que hago referencia directamente en primer lugar, a los psicólogos y autores americanos Salovey y Mayer, lo cuales en 1990 acuñaron por primera vez el termino de «Inteligencia Emocional», y la definían en su versión original, cómo la «habilidad para manejar los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar estos conocimientos para dirigir los propios pensamientos y acciones, incluyendo la capacidad expresar las emociones adecuadamente».

Sin embargo, fue Daniel Goleman, doctorado en Psicología por la Universidad de Harvard (EEUU), con su libro «La Inteligencia Emocional» 1995, el que hizo más conocido este concepto en todo el mundo, definiendo la Inteligencia Emocional, como «conjunto de capacidades, competencias y habilidades no cognitivas que influyen en la habilidad para afrontar de forma adecuada las demandas y presiones del entorno».

Considero que con la apreciación de Goleman «Afrontar de forma adecuada las demandas y presiones del entorno« dio en el clavo, porque ya se vivía en un contexto social exigente, y cada vez más, rodeados de demandas de terceros, a los que no siempre sabemos cómo ni cuando responder de forma adecuada, dando a todo sentido de urgencia, y llevados por la inercia de ofrecer respuestas inmediatas. Con este panorama, conocer, identificar y saber cómo desarrollar la inteligencia emocional, es vital para sobrevivir razonablemente felices, serenos, productivos y en favor de nuestra propia salud.

Daniel Goleman conforme avanza en sus investigaciones, termina conceptualizando la inteligencia emocional, como una teoría del rendimiento con un gran sentido práctico, en el que el concepto de Competencia, utilizado anteriormente en 1973, por el psicólogo americano McClelland, autor de la «Teoría de las tres motivaciones o necesidades», de la que hablaré en otra ocasión, adquiere gran importancia.

Acaba así en 1998, creando el concepto de Competencia Emocional, definiendo este concepto cómo «una capacidad adquirida, basada en la inteligencia emocional, que ayuda a un desempeño excelente» y tanto él, como otros autores en 2003, afirmaron que las competencias que forman parte de la Inteligencia Emocional» no son cualidades innatas, sino habilidades aprendidas y cada una de ellas aporta un herramienta básica para potenciar la ejecución o consecución del Objetivo».

Este enfoque ha sido y es muy útil en las empresas en sus procesos de selección, evaluación, formación, y desarrollo de recursos humanos, en linea con los objetivos de la organización y puestos de trabajo. Siendo profesional de este ámbito, formadora en habilidades personales y sociales, y docente en el ámbito de la educación, con mi mochila de experiencias, iniciando la «fase de posguerra cáncer de mama», me vienen a la mente, las diferentes emociones negativas por las que he pasado, llegando a picos de intensidad muy altos, en bastantes momentos del proceso, cuando me he sentido muy amenazada y en peligro. Sin embargo, también he sentido en muchos momentos emociones positivas intensas, y me he dejado llevar naturalmente por ellas, equilibrando la balanza.

No hace falta llegar a vivir situaciones tan extremas para darnos cuenta de lo útil que es cultivar cada uno de nosotros esta capacidad emocional que para Daniel Goleman no es innata sino aprendida y por ello siempre es bueno, saludable y rentable, favorecer los espacios de aprendizaje y desarrollo de esta competencia emocional, en las empresas, en el ámbito educativo, en el ámbito familiar y en el ámbito sanitario, (lo distingo, aunque el sector sanitario privado está formado por empresas).

La experiencia propia del paciente y/o superviviente, de los familiares mas directos, VERDADERA ESCUELA VIVENCIAL, en la que muchos de los aprendizajes tienen que ver con el desarrollo de habilidades de inteligencia emocional, y de ahí reflexionar sobre su valor a la hora de normalizar nuestra vida, volver a trabajar, emprender, cambiar de puesto o profesión, o afrontar la retirada definitiva de la vida activa laboral y abrirse a nuevas perspectivas personales, familiares o sociales.

Sin embargo, he podido comprobar que no todo el mundo, es igual de consciente del alcance que puede tener la inteligencia emocional en favor del proceso de recuperación, en este caso de un cáncer, o no conocen bien los elementos de esta compleja competencia, o no saben cómo reaccionar en determinadas situaciones difíciles, o no tienen la misma predisposición para aprender, ya sean pacientes, sobrevivientes, familiares o personal sanitario.

En relación con el personal sanitario, y por experiencia como paciente, en lo que atañe a la relación y atención al paciente, considero que sigue siendo una asignatura pendiente a nivel general, la puesta en práctica de habilidades de inteligencia emocional a la hora de prestar atención y cuidado, así como guiar al paciente. Dejo por supuesto ahora al margen la crisis del COVID 19, todo mi respeto y admiración al personal que se ha entregado en primera linea de la trinchera en una situación de emergencia sanitaria sin precedentes, y no siempre en las mejores condiciones de seguridad y protección.

Espero que cuando volvamos a algo parecido a «una antigua normalidad», haya cada vez más foros de debate, aprendizaje y divulgación entre profesionales, pacientes y sobrevivientes, así cómo programas específicos prácticos en este sentido. Nadie duda de que los conocimientos y avances médicos en la lucha contra el cáncer son prioritarios porque salvan vidas. Yo estoy agradecida de haber tenido a mi alcance un equipo médico preparado y experto, pero también considero que en el proceso oncológico, hay que darle su sitio a la Inteligencia Emocional, a la hora de atender, escuchar, comunicar, informar y guiar a los pacientes.

Daniel Goleman distingue entre Competencias personales y Competencias sociales. Las primeras, determinan el modo en que nos relacionamos con nosotros mismos y gestionamos nuestras emociones, y las segundas, determinan el modo en que nos relacionamos con los demás. A continuación, podéis ver una imagen de las distintas competencias de cada bloque, personales y sociales. Desgranar cada competencia de esta tabla y establecer las relaciones entre ellas, es algo apasionante que espero seguir haciendo durante los próximos años para quien lo necesite,tanto en mi vida personal como profesional.

Me despido con algunas preguntas y un ejercicio práctico de refuerzo positivo. Espero os sirva y espero me mandéis vuestros comentarios, inquietudes, dudas o sugerencias.

¿ Conoces cuales son las cuatro emociones básicas ?

¿ Cómo crees que influyen en el proceso de recuperación?

¿ En qué competencias sociales, estaría implícita la Empatía?

¿ Te animas a hacer una lista de tus Debilidades y Fortalezas en relación a la Inteligencia Emocional? Ahora, «dale la vuelta a la tortilla» y piensa después que debilidad/es podría/n transformarse en fortaleza en según que situaciones.

 

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